SHALLDARE

Adéntrate en la sección de los Codex dedicada a la intrépida raza de los Shalldare. Estos nativos del implacable Planeta Shalldare poseen una anatomía robusta y adaptaciones excepcionales que los convierten en formidables y temibles guerreros. Con una estructura física diseñada para la eficiencia en la lucha y la supervivencia en su entorno hostil, los Shalldare son una fuerza a tener en cuenta en el universo de Proyect Eternity.

A lo largo de su historia, los Shalldare han mantenido una fuerte conexión con la naturaleza, y este lazo profundo con su tierra natal los ha convertido en guardianes comprometidos de su hogar. Valoran la tierra y celebran rituales en honor a los elementos y sus dioses Gade y Tasár. 

CODEX 1-SD LA GLORIOSA HISTORIA DE LOS SHALLDARE


La Gloriosa Historia de los Shalldare.

Año: 6772 (ADL)

Hace milenios, en un momento donde la vida era solo una idea lejana, un descomunal fragmento de roca y metal oscuro desgarró el espacio intergaláctico y descendió con fuerza sobre el planeta en cuestión. Los relámpagos y cataclismos sacudieron la superficie del joven mundo mientras los cielos se rasgaron en un estallido de luz y sonido ensordecedor. La piedra cósmica se hundió en las entrañas del suelo, excavando un agujero profundo, mientras que sus fragmentos explotaron en todas direcciones, impregnando cada rincón de su estructura, desde los yermos baldíos hasta los abrasadores desiertos y las áridas llanuras de magma ardiente.

En el resplandor del impacto, el caos y la destrucción se apoderaron del planeta, dejando a su paso un vasto territorio baldío y estéril. Sin embargo, con el paso de millones de años, la vida comenzó a brotar en medio de la tierra arrasada por el desastre cósmico. El corazón del planeta latía con fuerza, bombeando vitalidad y energía a través de su cuerpo, despertándolo de un largo y eterno letargo. La vida, finalmente, había llegado a ese mundo.


En un principio, arribaron las fuerzas primigenias de la naturaleza, personificadas en los Antiguos, seres de entidad inmensa cuyos poderes eran incalculables gracias a su temprana aparición en el universo. Con el transcurso de los milenios, estas entidades crecieron hasta alcanzar tamaños colosales, superando los 20 metros de altura y abarcando vastas extensiones de terreno con su sola presencia. Enfrentándose unas a otras por la dominación en su propia especie, libraron batallas épicas y cruentas durante incontables décadas, arrasando con la superficie del planeta y dando origen a una geografía única y diversa. La huella de sus conflictos quedó marcada en la naturaleza del mundo, moldeando montañas majestuosas, cañones escarpados, cuevas subterráneas, riscos imponentes y mares turbulentos. 


Cuando nuestros ancestros llegaron a este mundo fueron emboscados por los antiguos colosos, pero nuestros ancestros no eran para nada unos cobardes, eran la valentía encarnada y a pesar de no ser tan fuertes como los antiguos, tarde o temprano descubrieron la temida arte de las armas.

Golpearon los metales hasta que estos mismos tuvieron la longitud y fueron lo suficientemente filosos como para romper los huesos, cortar la carne y hacer brotar la sangre.

Así fue como reclamamos un lugar en este mundo, nacimos llenos de vida y rebosantes de alto vigor, forjamos un hacha y una armadura, y llevamos la espada del juzgado a los Antiguos, cazándolos hasta que ya no quedó ni uno solo.

Tras su extinción reclamamos nuestro dominio de la vida como herederos y por derecho de dominancia, así fue como llegó la Era del Nuevo reinado de Shalldare que perdurará por siempre.


Finalmente, sembramos tierras fértiles y construimos granjas enormes, criamos animales de distintos tipos y erigimos pueblos inmensos por todo lugar, creamos pinturas, esculturas, monumentos y pulimos el arte de la guerra descubriendo nuestros dones.

Y en el centro de nuestra ciudad, la ciudad de Sektares, Coronamos al Rey Sin Morr, que yacía sentado en el sacro trono de rubíes y piedra negra, revestido en cuero y metales oscuros que hacían resaltar su imponente figura, era de un carácter noble y bondadoso pero siempre que era necesario podía volverse fuerte y frío, por eso lo elegimos para que gobernase, por su capacidad para liderarnos a un camino brillante.

Construimos la hermosa catedral de las lunas gemelas, para venerar y honrar a nuestros dioses y a las doncellas, era una catedral que llegaba hasta las nubes, los vidriales habían sido creados por los mas talentosos entre nosotros y algunos hasta contenían joyas, mientras que la catedral tenía bordes y gran cantidad de detalles y decoraciones de oro por todos lados, paredes blancas y puras como el mármol, ese era nuestro amor hacia ellos.

Nuestros hijos e hijas tendrían la oportunidad de elegir la senda de la espada o la de la cosecha, cuyas existencias honran en igual medida a los dioses y sus doncellas.

Nos regimos por la justicia y la igualdad, tratandonos a todos por igual como hermanos, pero a pesar de todo la guerra jamás se pudo evitar, nuestras casas, monumentos, muros y estandartes cayeron destruidas por tormentas y fuertes desastres, al igual que por las tribus traidoras que habían huido para después regresar mucho más fuertes para atacar nuestros cultivos y pueblos en busca de nuestro sagrado don para la forja y las armas que aguardaba en nuestra sangre fiel.

Nosotros no nos acobardariamos, nuestros ancestros no lo hicieron aún viéndose superados por los antiguos en todo aspecto, y nosotros no deshonrariamos a nuestros dioses trayendo la vergüenza a sus cielos, menos aún cuando ellos nos permitieron vivir en su jardín y poder disfrutar y admirar de sus riquezas.

Así que con ira y brutalidad aplastamos a las hordas herejes y con su sangre fortalecimos nuestra fé más que nunca. Nos alzamos de entre las llamas templados en la lluvia de la victoria, con una voluntad inquebrantable forjada a la más pura vehemencia de la guerra, tras aplastar a todas las tribus herejes del corazón de nuestro pueblo surgieron...

Los guerreros más talentosos y versátiles que Shalldare engendró, a quienes llamamos "Los Emperadores de Sangre" Los más fuertes y los más leales, con una lealtad tan grande que estarían dispuestos a pasar el peor de los castigos antes que traicionar a su madre creadora.

Y durante el tiempo de la guerra, un grupo de guerreros trajeron a nuestro pueblo una tribu completamente desconocida para nosotros, se hicieron llamar los Keerad (Traducido del Shalldare antigüo: Lunares) Llegaron del norte del planeta y a pesar de las grandes diferencias curiosamente llegaron para proponer una alianza con nosotros.

Eran ligeramente distintos a nuestra especie, no poseían cuernos y a diferencia de nuestra piel áspera y dura la suya era suave y blanda, a parte de que cuándo vieron nuestras hachas y espadas sus expresiones fueron "Que barbaridad" ya que para ellos eran cosas sin sentido alguno, y usaban una cosa extraña que llamaban "Tecnología".

Nuestro pueblo se volvió más fuerte tras la aparición de su inteligencia y tecnología, la cuál creó grandes mecanismos y armas para garantizar nuestra prosperidad en las tierras santas, mejoramos nuestras espadas y hachas volviendolas "De energía" y construimos las máquinas que levantaron con pistones nuestro espíritu de batalla al portar armas que consideramos "divinas".

Los Keerad, nuestros nuevos aliados en este universo, nos han otorgado la seguridad de que al morir y ser tomados por la mano de la muerte encontraríamos la paz que tanto buscamos al saber que complacimos a Tásar y Gade con nuestra vida, descansaremos en paz sabiendo que aquellos a quienes apreciamos se unirían con nosotros en el jardín de estrellas en el que los Dioses descansa. Permitiéndonos pasar a su paraíso donde nuestras esposas e hijos podrían unirse a nosotros en el Seku Ka rōôre (Traducido del Shalldare antigüo: Cielo de Guerra)

Con la tecnología y las habilidades de los Keerad, trajeron la claridad y la expansión de nuestra mente, mostrándonos que no solo existen nuestras tierras, sino que existe todo un mundo por explorar allí afuera, pero al aventurarnos descubrimos que al igual que los Keerad habían otras especies, dando inicio a la guerra de las tierras dispares, tomamos la bendición de nuestros dioses y la Tecnología para difundir el nombre de Ergef, el líder supremo de los Keerad.

Descubrimos que no había solo un enemigo, sino muchos. Se descubrieron lugares y pueblos desconocidos para nosotros, y vimos nuestro propio dolor reflejado en sus ojos. Nuestros ejércitos entraron a la batalla y lucharon por la libertad de todos, aún siendo completos desconocidos.

Aunque no luchamos en nuestro suelos, la sangre que derramamos en tierra extranjera fue mucho menor de la que esperábamos. A través de los extraños pueblos que liberamos, se formaron nuevas alianzas y nuestras creencias se difundieron y solidificaron como una sola manteniendo en alto a Tasar y a Gade.

Mientras Ergef atravesaba las estrellas del conocimiento con flotas de guerra llamadas descubrimientos, en un punto de la historia estuvo más cerca que nunca del Rey Sinmorr.

Ergef solicitó al Rey Sinmorr hablar a solas, allí él reveló que había previsto una ruptura en Shalldare. Él le habló de un ritual que debe ser realizado en el más fuerte y puro de nosotros; solo aquel que demostrara ser digno sería probado. La "Marca de Tasar", sería el gran tributo de los Elegidos de las lunas("Akaoikud ka ked keed") que nos ayudaría a limpiar cualquier impureza de nuestras tierras, asegurando nuestra prosperidad continua en este mundo, pero lastimosamente no hubo alguno que fuera lo suficientemente puro como para que Tasar otorgará su Marca... Ni siquiera el mismísimo Shall-Emperador Sinmorr fue digno, el día de la llegada del Protector de Shalldare aún no había llegado.

Ergef, el líder de los Keerad de la tecnología, que a través de la adivinación y profecías, determinaría cuándo el más puro estaría delante de ellos. Los Keerad eran verdad, y solo sus ojos podían encontrar al que estaba destinado a ser el gran liberador de Shalldare a su dolor y caos. La profecía fue escrita, pero a través de los años se desvaneció hasta que solo el líder Keerad susurraba sobre si aquel elegido realmente existía.

Y entonces finalmente El Gran Ergef Olmstead, maestro de la tecnología había fallecido a la vez que su hijo, Dernell Olmstead... Nacía con el mismo talento de su padre, a pesar del dolor que causaba su pérdida, el futuro se veía brillante...

Muchos años después. Los Keerad se reunieron con el Rey Sinmorr, y Dernell le habló de las tierras lejanas en las que con toda certeza, habían encontrado entidades extrañas en el inexplorado sur y de la oportunidad de que llegarán nuevos invasores a Shalldare.

Y sin más dudas llevarían la guerra a las tierras lejanas utilizando los mismos vehículos y armas que la tecnología Keerad había traído.

Tras múltiples combates nos dimos cuenta de que estos enemigos eran verdaderamente resistentes y demasiado fuertes, retiramos a nuestras tropas y cambiamos nuestra estrategia de ataque a defensa.

Y durante una de nuestras reuniones para decidir nuestro siguiente movimiento, a las puertas de la catedral llegaron 2 Guardias que cargaban a un Guerrero, estaba inconsciente y con sangre por todas partes, su ropa desgarrada y su corazón luchaba por vivir.

El Rey Sinmorr no dudó en sanarlo él mismo a pesar de que no fuera de nuestra tierra, su piel era más oscura que la nuestra, era como el asfalto, una vez pudo despertar y comunicarse aprendimos mucho de él, y había algo que a los líderes les intrigaba enormemente, que parecía conocer la auténtica naturaleza de las "máquinas".

Aquel que había llegado desde lugares ignotos y había sobrevivido en primera línea de batalla mucho más que cualquier Shalldare de aquellos que fueron enviados a luchar. Pero este no venía de Las tierras santas obviamente, sino de una parte desconocida para nosotros, pero eso no importó. La pasión que notamos en él al luchar contra la horda era evidente, y su necesidad de la destrucción de los enemigos era igual a la nuestra.

Era alto, de cuernos grandes y fuerte como todos, media 2,38 y sus ojos eran como 2 turmalinas rojas. Su inagotable ira llamó la atención de los más fuertes de la guardia de los Emperadores de sangre, los guerreros Shalldare más fuertes.

Pero como a todo "novato" se le mandó a la arena de combate, pero está vez hubo una intervención directa de los hermanos de los Guerreros de Sangre, la legión de guerreros más fuerte y estricta de todas, nunca en la Historia de la arena alguien había recibido semejante honor de una directa intervención de estos Titanes del combate, pero en esta ocasión, los Guerreros de Sangre rompieron la tradición cultural derribando las puertas de la arena y tomaron al "novato", convencidos de que eli era digno de recibir su entrenamiento.

Varios murmuraron y se burlaron del novato que se sumaba a sus filas, pero en la guerra contra los llamados "tápgied"(traducido del Shalldare antigüo: máquinas) había que aprovechar todas las ventajas disponibles, por minúsculas que fueran, y al ver cómo luchaba con los grandes maestros, descubrieron en él a un implacable e invencible Guerrero.

Aquel hombre era un desconocido, y abandonado a su suerte, y sin embargo, cada vez que era derribado por los grandes líderes volvía a levantarse instantáneamente con más fuerza, y así entrenó y entrenó hasta que dominó las artes Shalldare a la perfección.

Y con el rostro manchado de sangre, se ponía en pie con torva determinación para volver a entrar en combate listo para luchar con sus adversarios.

Pasó el tiempo mientras el extranjero, al cual llamaron: "Akariku" (Traducido del Shalldare antigüo: Elegido) recibía las lecciones de batalla y hermandad que se enseña a todos los Shalldare. Podían percibir cómo se acercaba su momento: pronto, el campo de batalla sentiría su furia y la fuerza que aguardaba en sus puños, y el mundo sentiría su poder...

Satisfechos al comprobar que no sería un desperdicio para las legiones, los Guerreros de Sangre le otorgaron su deseo de llevárselo consigo al otro lado del mundo a luchar contra las crecientes entidades mecánicas.

Allí no conocieron ningún tipo de descanso: lucharon entre la piedra, hierba y el metal y siguieron luchando y luchando bajo las lunas, en medio de la noche mientras sus dioses observaban orgullosos a sus hijos protegiendo sus tierras y dándoles la fuerzas y determinación necesarias para destruir a las hordas enemigas.

Y Akariku sintió cansancio como ningún otro y su cuerpo pesaba más que mil toneladas, las heridas y enfermedades recorrían su cuerpo, pero aún así jamás pidió ayuda, ni se le ofreció la misma, ese es un verdadero Shalldare.

"La esperanza y la hermandad es lo que nos hace fuertes. Es la razón del por qué estamos aquí. Es por lo que peleamos cuando todo lo demás está perdido".

-Akariku a sus hermanos de batalla.

Ocho veces se aventuraron al otro lado y otras tantas regresaron. Y cada una de ellas Akariku volvía más fuerte que antes, al mismo tiempo que sus hermanos de la Legión de la Sangre, siempre teniendo una sed de pelea pero disciplinada y bajo su control, sabía cuando desatarse y cuando comportarse, y a pesar de parecer un animal, siempre respetaba al Rey inclinándose como era debido, y socializaba con sus hermanos.

Al paso de los años y el paso de innumerables batallas contra las máquinas, Akariku llegó a encontrarse entre los guerreros más poderosos de los Shalldare, sus hermanos dejaron de mirarlo con desprecio como a un recluta de sangre indigna.

Para ellos era ahora un compañero forjado en la guerra. Un aliado, Un arma viviente, un hermano...

Sinmorr ocupaba intranquilo el trono mientras se avecinaba un terror proveniente del sur.

La marea del horror nos embistió con fuerza imparable desde el más allá. El enemigo trajo consigo a una enorme legión de docenas de miles de máquinas que aparecieron sin previo aviso, no sabemos cómo pero lograron traer a tal Ejército pasando totalmente desapercibidos. Pero sí sabíamos que arrasaban con todo lo que encontraban a su paso.

Las legiones llegaron tarde al combate contra la horda de máquinas, que se abatieron sobre la ciudad de Sektares. Con las fuertes pisadas de las hordas de metal, la ciudad sufrió de tal forma hasta que no pudo soportar más y se derrumbó. No se salvó casi nadie, salvo los que habían huido al norte. El vil Ejército arrasó nuestros hogares y pueblos, derribó nuestras torres y devoró las murallas de nuestras tierras mientras nos masacraban.

La legión de sangre reunió a todos los guerreros disponibles y se abalanzaron contra los enemigos, pero fueron repelidos y acorralados en la ahora ciudad de Sektares reducida a escombros. Allí, tras la caída de la noche y el despertar de Gade, sus cuerpos fueron bendecidos y blandieron sus hachas y espadas con ira entre las líneas enemigas.

En medio de las filas de los Guerreros, cuando todos los demás habían caído ya, Akariku aún seguía vivo y rugía con furia en medio de la batalla. Los demás Shalldare que aún estaban vivos pero ya en el suelo de la arena inmóviles y demasiado agotados como para moverse observaban con asombro y admiración al mismo del que se habían burlado tiempo atrás, ahora en una armadura negra de la legión de sangre y luchando mano a mano junto con ellos, había logrado llegar hasta donde nadie más había llegado antes, no solo como un guerrero Shalldare puro, sino como el mejor entre ellos, cómo un Emperador de Sangre.

El ejército enemigo sucumbía ante sus golpes, pero a su vez seguía imparable e implacable.

En las últimas horas previas al alba, mientras los últimos guerreros que se quedaron a luchar soportaban el arduo combate llenos de heridas, Akariku resistió al pie de la pelea.

Al ver su inagotable determinación, El Rey Sinmorr quien estaba presenté luchando por su pueblo como un verdadero Rey, recordó aquella profecía que le dijo Ergef, y se llevó a Akariku, y lo mandó a completar la misma profecía por la que Shalldare había esperado tantos años.

Al recibir la marca de Tásar, el guerrero se enfrentó al juicio de la última hora de la noche. Allí, Tásar respondió con alegría y lo ensalzó con una resistencia y una fuerza capaz de causar un terremoto, dignas del Protector de Shalldare.

Lo que surgió del sagrado ritual no era más que la luz de la esperanza y la fuerza encarnadas en el cuerpo de un hombre; el héroe acabaría por ser conocido como Ak Akariku: el emperador de la sangre, el verdugo del Báratro, El Martillo de Shalldare.

El guerrero cuyos puños abrirían una senda para los justos y se lanzaría contra la horda enemiga con un poder que solo un dios podía otorgar. Se alzó revitalizado a pesar del ritual que quemó gran parte de su ya negra piel, con la llama del canto de Shalldare ardiendo en sus ojos. Alzó una simple hacha hacia el sol naciente y el canto de Shalldare la envolvió forjando un arma tan filosa que solo podían portar manos de un auténtico emperador de Sangre, era negra como su armadura, más afilada que cualquier otra y más letal, era la perdición de las máquinas en un trozo de metal oscuro.

En el día más horrible, Akariku había sido elegido, un forajido del sur había sido bendecido con un poder divino que lo marcaría en la historia a perpetuidad.

Con la llegada del ahora nuevo Emperador de la sangre, la legión avanzó más que nunca en su ataque contra el corazón de la tierra de las máquinas. Llevaron consigo a los más fuertes guerreros que aún quedaban, y se abrieron paso entre las hordas junto con Akariku y su ejército. Los Keerad, bajo la dirección de Dernell Olmstead, habían "encontrado" la forma de acceder a las regiones más profundas de los enemigos, y esto permitiría conocer sus debilidades para destruirlos.

Nuestras máquinas de guerra, creadas con tecnología y alimentadas por de la misma fuente que nuestros enemigos de metal, la energía suprema, eran invencibles, y con ellas fuimos adentrándonos más y más en el territorio empapado de su "sangre". Alcanzamos incontables victorias gracias al poder de Akariku, pues, con él, el enemigo estaba perdido y solo era cuestión de tiempo antes de poner exterminarlo.

Pero, sin que lo supiéramos o imaginaramos, en secreto, Dernell había ordenado a sus trabajadores que construyeran inmensas fábricas en tierras enemigas para poder absorber la "Energía" que alimentaba sus "vidas".

¿Cómo comenzó esta traición? sólo teníamos ojos para los enemigos. ¿Cómo íbamos a pensar siquiera que nuestro gran aliado durante tantos años pudiera siquiera atacarnos por la espalda?

Dernell nunca pareció contento con el inesperado ascenso de Akariku al trono de la divinidad... Nuestras legiones se alzaron libres bajo su fuerza, y su designio hizo que Dernell hallará réditos con su resurrección.

A Akariku no le interesaba en lo absoluto la política. Únicamente le interesaban las obras y cultura de nuestro pueblo, pero su meta era solo una: la destrucción de las máquinas y de todo lo relacionado.

Durante los siguientes años marchó con las legiones sangrientas a través de las llamas de las tierras del "tepgieree", y cada vez que regresábamos a nuestras tierras, nos encontrábamos grandes cambios en el gran pueblo de Shalldare. Si de algo nos hemos de culpar a los guerreros de sangre, es de que habíamos descuidado a nuestro pueblo y no nos percatamos del mal que crecía en el centro de nuestra cruzada. Solo sabíamos que el enemigo estaba frente a nosotros y no en otro lugar, o si?.

Pero, mientras Akariku y las legiones batallaban contra las huestes mecánicas, su incapacidad de actuar fuera de los confines de su deber permitió que la codicia de la "Esencia" hiciera su presa a los Shalldare avariciosos ansiosos de un poder como el de Akariku.

En el transcurso de una misión en las profundidades del reino mecánico directo al corazón del poder enemigo, la legión de sangre finalmente supo de la verdad de los Keerad y las Máquinas. Por voluntad de ellos, se había ocultado tanto a las legiones como al los propios Keerad fuera del círculo principal de Dernell el hecho de que la "energía suprema" de la que habíamos llegado a depender durante la guerra y durante nuestro desarrollo, estaba formada por los Cuerpos de los hermanos y hermanas que habíamos perdido combatiendo con las viles bestias de titanio.

Entendimos entonces que todos los que cayesen a manos de ellos se convertirían en combustible para los enemigos y para nosotros, mientras se les extraía el espíritu para destilar la Esencia que les daba vida... y a nuestro mundo.

Contemplamos con horrible asombro una de las bases dedicadas a esto, un lugar donde se procesaban los cuerpos, y donde eran triturados para que les extrajese la esencia para luego ser transformados en baterías que usarían para matar a más, y fabricar más, todo había Sido planeado por Dernell, para quedarse con todo el poder.

Pero fué peor aún que esta siniestra realidad fue el descubrimiento de la maquinaria utilizada para llevar cabo el vil proceso al que habían sido sometidos nuestros hermanos, pues su creación no era obra de los Robots que nos atacaban, sino de la mano de los Keerad.

Habíamos caído en manos del enemigo y la lucha que habíamos librado era una farsa, y lo peor era que no podíamos revelarlo ante el pueblo de los Shalldare. Pero, aun así, la lealtad de la legión de los guerreros de sangre no nos permitía dar la espalda a la verdad y mentir a nuestros hermanos, Dernell no seguiría siendo nuestra imagen de admiración...

Entre lugares escondidos, susurros y mensajes, los Guerreros de sangre buscaron a aquellos que desconfiaban como ellos de la Energía suprema. Al conocerse la verdad, muchos se sumaron a la rebelión y la brecha que separaba ambas facciones de los Shalldare comenzó a agrandarse, entre dependientes de la tecnología y leales a los dioses.

La verdad era innegable: las impías fábricas en las Tierras malditas funcionaban por mediación de la maquinaria Keerad. Dernell había traicionado a su propia madre, Shalldare, y había sido el responsable de la creación de las máquinas mortales para extraer nuestra Esencia.

Y ahora no solo planeaba quedarse en este mundo, sino que planeaba llegar a muchos más y llevar sus máquinas al nivel de una deidad. Si esto sucedía llegaría a todos los mundos y a todos los rincones de la existencia. Y no podíamos ignorar la culpa, pues era nuestra gente, los guerreros y los ingenieros Shalldare, fueron los que lo habían hecho posible.

Los guerreros de sangre hablaban del mal que había traído la energía suprema a todos los que les escuchaban. Habíamos ayudado a crear esta nueva dicotomía y, por tanto, los Shalldare también debíamos detener la propagación de esta enfermedad, esta nueva etapa de la existencia, esta suma de luz y oscuridad. No es por nosotros, es por los inocentes cuyos mundos tendrían que caer bajo el poder de Dernell y sus Infernales asesinos de metal, debíamos detener esto.

Pero incluso cuando los guerreros sangrientos regresaron del otro lado del mundo con historias sobre donde se condenaba a las almas de los inocentes, las masas adoctrinadas de Shalldare que creían en los Keerad se negaron a dar la espalda a los mismos. Su dependencia de la energía suprema era tal que ya ni siquiera respetaban a los dioses. Los Keerad, en su infinita sabiduría, se encargarían de que los fieles pudieran continuar su existencia siendo reencarnados en cuerpos más jóvenes. Temían la ira del Dios del conocimiento; una vida entera de servidumbre no podría desbaratarse a causa de una rebelión. Aquello no era más que una prueba de fe que permitiría identificar a los que realmente eran dignos de alcanzar la vida más allá de la muerte en el Renacimiento. Los Shalldare no titubearon en su celo, pero no sabían que eran solo farsas y mentiras, ellos no podían hacer realidad la vida tras la muerte y menos un renacimiento.


Las legiones de sangre se prepararon de nuevo para la guerra, pero esta vez lo harían para derramar la sangre de sus propios hermanos. Nuestros ejércitos habían presenciado con sus propios ojos las malvadas obras de los Keerad y conocían la verdad absoluta. Ellos habían vuelto a la senda de la herejía contra nuestros dioses al autoproclamarse como tales, y a pesar de que nuestro armamento había perdido parte de su fuerza al ser privado de la energía suprema, la justicia, nuestra lealtad y los dioses estaban de nuestro lado. Se había abierto una grieta en las filas de los Shalldare, y un bando se revelaba contra el mandato de los Keerad mientras el otro era prisionero de sus engaños y máquinas bonitas.

Nuestro Imperio rebelde Ascendido estaba formado por fieles y solitarios, y cantaba con las energías de un grupo de fuertes hombres y mujeres, enfrentándose al poder de las máquinas y los asesinos a sangre fría que se habían alineado con Dernell Olmstead. Y por su parte, los Guerreros leales a las tierras de Shalldare contaban con el pueblo libre y de el más poderoso de los guerreros que este mundo pudo engendrar, el mismísimo Akariku, El Verdugo del báratro.


La guerra civil se prolongó durante años y años, causando caos en los hombres y en las mujeres, cuyas armaduras y pieles estaban manchadas con la sangre de sus propios hermanos que ellos mismos asesinaron en un campo de batalla sin fin ni Inicio. Hasta que finalmente surgió la ocasión de acabar con la guerra, una última oportunidad descubierta por los líderes Guerreros de las legiones de sangre. Con Akariku a la cabeza, los últimos hombres se reunieron para atravesar medio mundo por última vez y llegar hacia el sur del planeta y regresar al corazón del enemigo.


Los Grandes líderes que mucho tiempo atrás, habían jurado lealtad a los mandamientos de los dioses, estaban al servicio de aquella misión como los últimos restantes. Aquellos que habían servido a los Dioses desde tiempos inmemoriales nos aseguraron que el camino estaba libre listo para ser inundado y destruido con nuestra ira.

Se trazó un plan para marchar contra las murallas de los metales más duros y destruir las fábricas, para cortar el flujo de la energía hacia las máquinas y negar a Dernell su poder.


Nuestras fuerzas empuñaron sus hachas y espadas y marcharon al son de un cántico glorioso... y fue entonces cuando encontramos una piedra en nuestros zapatos, la traición.


Al atravesar las densas nieblas interminables, las legiones pías se encontraron dispersas por todos lados y sumidos en un inesperado horror para el que no estaban preparados. Separados, las filas se desintegraron mientras nos llevaban a todos los rincones posibles en este lugar. Algunos de nuestros hermanos se encontraron cerca de los bordes de las nieblas por los que habían entrado, pero, al intentar regresar descubrieron que solo había piedra y metal por todos lados, y que los grandes líderes simplemente ya no estaban. Y en ese momento saltó la trampa y cada uno de ellos, solos y a ciegas en medio de la niebla, se encontró frente a frente con una multitud de máquinas que solo querían matar...


En las áridas tierras del sur del planeta, los valientes Guerreros Shalldare se encontraban abandonados por sus líderes y privados de refuerzos y apoyo logístico. A pesar de la adversidad, estos combatientes continuaron defendiendo su honor y luchando con ferocidad en lo que sería su última batalla contra las fuerzas enemigas. Sabiendo que la victoria era prácticamente imposible, los Shalldare desataron todo su poder y habilidades, desafiando las probabilidades y dando lo mejor de sí.

Enfrentados a una muerte segura, estos guerreros hicieron uso de su astucia y experiencia en el campo de batalla, aplastando máquinas y derramando aceite y lágrimas por centenares. Con valentía y determinación, lograron abatir ejércitos enteros del enemigo, infligiendo daños devastadores y causando gran conmoción en las filas enemigas.

Finalmente, tras horas de lucha, las armas de los Shalldare se apagaron y sus Armaduras se quedaron sin energía. Pero aún así, no retrocedieron ante la muerte. Con las últimas fuerzas que les quedaban, rugieron "¡Denra sere sekkera!" y se enfrentaron a sus enemigos con una valentía que dejó a todos atónitos.

Dernell conocía a los Traidores, pues era evidente que los Keerad y los Líderes Guerreros habían sembrado el árbol de manzanas del Edén mucho antes de que los valientes guerreros atravesaran los valles.


Aquel día, la batalla que libraron los Shalldare contra las fuerzas enemigas quedó grabada en la memoria de todos aquellos que la presenciaron. Los Guerreros, abandonados por sus líderes y privados de todo refuerzo, se encontraban en una situación desesperada. Sabían que la victoria era imposible, pero aun así, decidieron enfrentarse a sus enemigos con todo su honor y valentía.

En un despliegue de fuerza sin igual, los Shalldare demostraron su coraje y determinación en la que sería su última batalla. Con sus Armaduras y espadas relucientes, hicieron frente a los miles de enemigos que los rodeaban, dispuestos a luchar hasta la muerte. Los cielos retumbaron con sus rugidos de guerra, y las máquinas se estremecieron ante la fuerza de sus golpes.

Fue una lucha épica, en la que los Guerreros sagrados demostraron su inquebrantable espíritu y su devoción por la causa. A medida que la batalla avanzaba, su ardiente fuerza se hacía cada vez más evidente, y las máquinas que los enfrentaban comenzaron a temblar ante su poder.

En ese momento, las máquinas presenciaron la grandeza del pueblo sagrado de Shalldare. Fueron guerreros dignos de la leyenda, cuyo destino debió haber sido el de los dioses de la batalla. Y aunque el cielo les era indigno, su memoria fue grabada para siempre en la historia de este universo.


La resistencia de los Shalldare fue implacable, una lucha encarnizada que se llevó consigo la vida de muchos, pero no la voluntad de aquellos que seguían en pie. No hubo tiempo para lamentos, solo la certeza de que su destino estaba en sus manos. La muerte era una sombra constante que acechaba, pero ellos, hijos de este mundo, nacidos para la victoria, no se dejaron doblegar.


En medio de la confusión, un Shalldare logró infiltrarse y, sin importar el costo, hizo estallar la fuente de la Energía suprema, desatando una explosión que sacudió los cimientos del mundo. La oscuridad y el caos fueron los últimos compañeros de aquel héroe anónimo, cuyo sacrificio permitió a los demás seguir luchando.


El líder Akariku fue el encargado de llevar a cabo la justicia divina, su mano certera acabó con los líderes guerreros traidores y el mismísimo Dernell Olmstead no fue la excepción. Fue un final brutal para un hombre que alguna vez se creyó intocable, empalado en una pared y con la cabeza aplastada.


Sin embargo, el rumor de que Akariku seguía con vida se propagó por todo el universo, aunque nadie pudo comprobarlo. Era un mito, una leyenda, pero nadie podía negar que su presencia, o la ausencia de ella. ¿Acaso seguiría luchando? ¿O habría encontrado su propio camino hacia la eternidad? Nadie lo sabía con certeza, pero su legado perduraría en las historias que se contarían durante generaciones.

Año: 6510 (ADL)

En este mundo desgarrado por la corrupción de los creadores de la energía suprema, solo queda un destello de esperanza: aquellos valientes hermanos que sobrevivieron y que tienen la capacidad de restaurar la gloria de Shalldare, erradicando la tecnología sacrílega que la infectó. Su valentía y habilidad en las artes Shalldare les dan la fuerza necesaria para luchar y vencer, aunque ellos ya no las conozcan... el nacimiento de los Shalldare de granja.

Si, como se rumorea, Akariku sigue con vida, que lleve adelante su venganza con mano firme y sin piedad. Que no descanse hasta que los responsables de la ofensa sufran las consecuencias. Que su mano se tiña de sangre y no se detenga hasta que cada máquina sea castigada. Que su guerra sea inclemente, hasta que la sombra del metal desaparezca de este mundo y de todo el universo, purificándolo.

Que se escuche su rugido de guerra, que la venganza de Akariku sea como un relámpago en la oscuridad. 

Kerre gike sekkera, pga ak akariku sōake surrer ganefte.