BUSHANOADRU
CODEX 1-BSA LA GUERRA DE LOS TRES
Año: 3562 (ADL) - 3554 (ADL)
Hace milenios, en el año 3562 (ADL), en un sombrío rincón del cosmos, una antigua y ominosa raza conocida como los Bushanoadru emergió en el planeta Skelvaleg. Este oscuro linaje tenía inscritos en su código genético una ambición inextinguible: la dominación total del universo. Con sus mentes afiladas como cuchillas y sus "Capacidades superiores", urdieron su plan maestro para llevar a cabo su letal cometido.
Su estrategia trascendía la mera conquista convencional. Viajar entre las estrellas no era un obstáculo para ellos, ya que desentrañaron los secretos de las antiguas Ruinas de Portales, artefactos forjados hace eones por la enigmática civilización Arcaica. A través de su inquietante habilidad para comprender y dominar tecnologías ancestrales, los Bushanoadru lograron manipular estos portales olvidados y desplazarse entre los rincones más oscuros de la galaxia. Su avance tecnológico fue implacable, una sinfonía de metal y oscuridad que marcó su huella en el cosmos.
Como un enjambre voraz, comenzaron su marcha imparable, devorando planetas uno tras otro, avanzando desde las sombras de la mitad de su galaxia, la aterradora Cerles. El universo desconocía la oscuridad que se cernía sobre él, ya que los planetas que caían bajo el yugo de los Bushanoadru eran desolados y carentes de vida inteligente. La conquista de estos mundos era sencilla; no había oposición, solo animales y ecos de antiguas civilizaciones que yacían en ruinas. El universo parecía un lienzo vacío que los Bushanoadru pintaban con su ambición insaciable y sus ansias de control total.
Desde el abismo del punto medio de la galaxia, surgieron criaturas desconocidas que evocaban el temor mismo. Como si fueran engendros de la oscuridad cósmica, los ACE, Entidades Cibernéticas Anómalas, emergieron de la unión siniestra entre una Anomalía Fatal y una aberración de la realidad. Su apariencia era una amalgama aterradora: cuerpos humanoides, dos piernas, y de las aparentes cabezas surgían dos cañones amenazantes. Pero su forma no estaba confinada a esa única manifestación; tomaban diferentes configuraciones, desde máquinas pequeñas hasta colosales engendros de metal y silicio. En cuestión de días, su inquietante presencia se esparció como una plaga por cada rincón del cosmos.
En medio de esta vorágine, la Raza ShallDare, guerreros inclementes curtidos en el arte del combate y la brutalidad, fueron los primeros en detectar a estos invasores anómalos. Sin titubear, entraron en conflicto con las entidades mecánicas, las ACE, en una guerra que resonaría en los anales del universo. Los ShallDare, aunque no poseían tecnologías avanzadas, eran expertos en el arte del enfrentamiento, su instinto guerrero era su mayor arma.
Inmersos en su lucha, los ShallDare desconocían por completo los maquiavélicos designios de los Bushanoadru, quienes operaban en la oscuridad de sus planes de dominación universal. Aunque la tecnología de los ShallDare no igualaba la sofisticación de los invasores mecánicos, aún lograban mantener un contacto agridulce con otras razas, lo que los mantenía ocupados, divididos entre enfrentar la amenaza ACE y sus intrigantes vecinos. En medio de la guerra y el ajetreo, la oscuridad se cernía sobre el universo, envuelto en una nube de incertidumbre y peligro.
En los rincones más profundos del universo, los Tiaty, una raza ilustrada y avanzada, exploraban el oscuro y desolado planeta Manesk. Aún se recuperaban de las cicatrices dejadas por su última guerra devastadora, cuyas heridas aún estaban frescas en sus memorias. Planeaban expandirse, recuperar lo perdido, construir un futuro más brillante. Sin embargo, en la penumbra de la incertidumbre, percibieron una inquietante verdad: los Bushanoadru los habían marcado como futuros esclavos.
Desmantelando laboriosamente sus investigaciones y valiosos descubrimientos anómalos, mágicos y tecnológicos, los Tiaty estaban enfrascados en la carrera contrarreloj por salvaguardar su patrimonio antes de partir hacia su planeta de origen, Ymirde Tianoe, una ubicación que consideraban celosamente secreta para los Bushanoadru. La tarea se llevó a cabo en un aura de tensión y urgencia, mientras las mentes Tiaty forjaban una cadena de memoria que conectaba su presente con su pasado y destino incierto.
Cuando finalmente lograron enviar la esencia misma de su conocimiento a su lejano hogar, el sentimiento de victoria fue agridulce. Escapar, reagruparse y regresar, era el plan. Pero al abordar sus naves, la brutal verdad les golpeó con fuerza: los Bushanoadru habían rastreado el camino hacia Ymirde. El tiempo ya no estaba de su lado; la sombra amenazadora de los invasores se cernía sobre su planeta madre.
Los Bushanoadru se desplegaron con rapidez, como una implacable marea negra. La resistencia fue feroz pero breve. Los Tiaty eran exploradores y pensadores, no guerreros. Cada día de lucha se convirtió en una agonía creciente, un eco de sacrificio. Pronto, la tierra que una vez fue suya quedó en silencio, sumida en una opresiva oscuridad.
Los pocos Tiaty que quedaron, dispersos en los confines más remotos del universo, se convirtieron en refugiados de su propia historia. Los Bushanoadru habían obtenido su preciado conocimiento, sus avances, su esencia. Desatados y hambrientos de poder, dirigieron su mirada implacable hacia su siguiente objetivo: los ShallDare, cuya brutalidad y ferocidad en el combate podrían ser su única esperanza de resistencia. La sombra de la dominación se extendía como un manto funerario, mientras el futuro se ensombrecía con la certeza de una tiranía inminente.
A lo largo de los interminables años de batallas entre los ACE y los Shalldares, surgió un guerrero cuyo valor y lealtad trascendieron a todos los demás. Su nombre resonaba en los ecos del campo de batalla, reverberando como un grito de esperanza entre los soldados Shalldares. AndWin, un ser marcado por la lucha, se convirtió en una fuerza inquebrantable en las filas de los Shalldares, forjando un camino con su destreza en el combate y su liderazgo indiscutible. Con el tiempo, este guerrero excepcional ascendió a una posición de poder más allá de sus expectativas: se convirtió en el nuevo Shall-Empereor, líder de los Shalldares.
AndWin encarnaba la ferocidad de su raza. Su armadura negra absorbía la luz a su alrededor, un contraste oscuro y ominoso en medio del caos de la batalla. Cada detalle estaba forjado con precisión, desde la coraza que protegía su torso hasta las placas que cubrían sus extremidades. Un diseño intrincado de detalles plateados adornaba su armadura, como una declaración silenciosa de su habilidad y posición.
En sus manos, sostenía un arma que se había convertido en una extensión de su ser: una escopeta de doble cañón. Su poder de fuego era devastador, y las marcas del tiempo y la lucha se manifestaban en sus arañazos y cicatrices. Junto a su escopeta, su lanza era un recordatorio de su capacidad para enfrentarse cara a cara con la amenaza ACE. La hoja de la lanza cortaba el aire con una elegancia letal, mientras su punta afilada perforaba con precisión enemigos y esperanzas.
El casco de AndWin llevaba marcas de batalla y símbolos de su pueblo. Una línea de pintura roja cruzaba la cuenca izquierda, como una cicatriz que recordaba la sangre derramada y la lucha incansable. En su espalda, descansaba una gran hacha, una herramienta de destrucción que aguardaba su turno para ser desatada.
Con cada paso que daba, AndWin cargaba con el peso de su responsabilidad y el futuro de su raza. Su mirada estaba llena de determinación, una chispa que incitaba a sus compañeros de batalla a seguir adelante, sin importar las adversidades. La sombra de la guerra caía sobre él, pero era en medio de esa oscuridad que su figura destacaba con una intensidad feroz. La tierra se sacudía bajo sus pies, cada paso un eco de la guerra que consumía a los Shalldares y a los ACE.
AndWin, una figura imponente en medio de la oscuridad de la guerra, contrastaba sorprendentemente con su naturaleza humilde y amable. A pesar de su imponente armadura y su aura de liderazgo, su corazón latía con la preocupación por sus hermanos Shalldares. La crudeza de la batalla no había empañado su compasión, y siempre colocaba las vidas de sus camaradas por encima de la suya.
La ciudad estaba sumida en una mezcla de arquitectura medieval y tecnología emergente. Las calles de adoquines resplandecían con el destello de antorchas y el brillo de armas de fuego, un híbrido extraño de eras antiguas y futuristas. Casas de piedra se alzaban en filas, algunas con símbolos y marcas de guerra grabados en sus fachadas, recordatorios de la constante amenaza que acechaba en cada esquina.
AndWin atravesaba esas calles con un aire pesado y una carga emocional que amenazaba con aplastarlo. Su armadura resonaba con cada paso, su presencia física no se correspondía con su estado interior. El estruendo de los cañones ACE resonaba en la distancia, una cacofonía de destrucción y desesperación. Pero en medio de todo, AndWin se sentía abrumado por sus propios demonios internos.
La base Shalldare se erigía como un refugio fortificado, un símbolo de resistencia en medio de la invasión ACE. AndWin entró en la sala del consejo, donde los líderes se reunían para discutir estrategias y tomar decisiones cruciales. La atmósfera estaba cargada de tensión, y las miradas de los guerreros se posaron en él con una mezcla de esperanza y expectación.
"AndWin, líder de los Shalldares, ¿Qué noticias nos traes de tus conversaciones con los bushano?", preguntó uno de los líderes con un tono lleno de urgencia.
AndWin se mantuvo en silencio por un momento, sintiendo el peso de las expectativas sobre sus hombros. Finalmente, habló con voz firme pero cargada de melancolía: "Mis hermanos, he de ser sincero. Los bushano han rechazado nuestra petición de alianza. Se niegan a unirse a nuestra lucha contra los ACE."
El aire en la sala se volvió denso, las palabras de AndWin resonaban como un eco amargo. Un murmullo de descontento y preocupación se extendió entre los presentes. Las miradas se dirigieron a él, algunos con incredulidad y otros con comprensión.
"¿Y qué diremos a nuestros camaradas que arriesgan sus vidas en el frente de batalla?", preguntó uno de los líderes con un dejo de frustración.
AndWin cerró los ojos por un momento, su mandíbula tensa mientras luchaba contra sus propias emociones. "Les diré la verdad. Les diré que no logramos asegurar esa alianza. Pero también les diré que seguimos siendo una fuerza inquebrantable, dispuestos a darlo todo por nuestras tierras y por aquellos que amamos."
Las miradas en la sala se suavizaron, un gesto de aprobación y apoyo hacia el líder que enfrentaba su propia lucha interna. Los Shalldares entendían el valor de la honestidad en medio de la oscuridad, y AndWin personificaba esos valores con su confesión.
"La batalla es implacable, pero no estamos solos en este camino. Luchamos no solo por nosotros, sino por el legado de nuestra raza y por un futuro mejor", declaró AndWin, su voz resonando con una mezcla de determinación y desesperanza.
En el interior de AndWin, los sentimientos de estrés, nerviosismo y depresión seguían luchando por el control. Pero en ese momento, en medio de la sala del consejo llena de compañeros guerreros y líderes, encontró un atisbo de alivio. Sabía que no estaba solo en su carga, que juntos enfrentarían lo que el destino les tenía reservado.
La Batalla se libró en el accidentado territorio de los Shalldares, un paisaje rocoso que parecía resonar con la furia de la guerra. La tierra se había vuelto un campo de batalla ensombrecido por la destrucción y el caos. Cada paso dejaba marcas en el suelo, huellas que se mezclaban con el rastro de sangre y tierra revuelta. El cielo estaba teñido de un siniestro color rojo, reflejo de las llamas y la violencia que desgarraban el escenario.
La lucha había sido un choque de titanes, una lucha por la supervivencia y la supremacía. Los Shalldares habían defendido sus tierras con uñas y dientes, su pasión por la victoria impulsándolos a luchar incluso cuando parecía que la esperanza se desvanecía. Los cuerpos caídos de amigos y enemigos yacían dispersos, una macabra muestra de la brutalidad de la guerra.
"Shalldare Andwin," resonó en el aire como un mantra. Era más que un simple lema, era un llamado a la valentía, la determinación y la resistencia. En medio de ese campo de batalla, AndWin emergió como una figura legendaria. Su armadura negra brillaba con un aura de poder, una manifestación de su liderazgo y habilidad. El resplandor de las armas láser de los ACE creaba destellos cegadores en el aire, un contraste doloroso con la oscuridad de la guerra.
Los Shalldares celebraron con fervor por la victoria, pero su alegría fue efímera. El rugido de naves acechadoras rompió el silencio, y los bushanoadru rodearon a los Shalldares en un movimiento que les arrebató toda sensación de seguridad. La ciudad de Shalldare se convirtió en un campo de batalla una vez más, pero esta vez los Shalldares estaban en desventaja. Las ametralladoras láser de las naves bushano destrozaron los edificios y las calles, reduciendo a escombros lo que antes había sido su hogar.
La determinación de los Shalldares no se desvaneció, pero se enfrentaban a una fuerza abrumadora. AndWin tomó una decisión que resonaría en la historia. Se abrió paso entre sus camaradas y se enfrentó al enemigo con un coraje desgarrador. Sus ojos ardían con una mezcla de determinación y pesar, consciente de que su sacrificio podría ser la única oportunidad de salvar a los Shalldares remanentes.
"¡Vayan, encuentren refugio! ¡Defiendan nuestra herencia!", gritó AndWin a sus compañeros mientras se lanzaba al frente del enemigo, su lanza cortando el aire con ferocidad.
El campo de batalla se convirtió en un torbellino de caos y lucha, la ferocidad de AndWin era inquebrantable. Cada paso, cada golpe, estaba imbuido de su propósito de proteger a su gente. En su corazón, el peso de la responsabilidad y el dolor de las pérdidas sufridas hasta ahora se mezclaban en una tormenta interna.
Cuando los Shalldares remanentes lograron esconderse en las cuevas y otros escondites, AndWin siguió adelante, enfrentando una desventaja abrumadora. En medio del abismo estelar, donde las estrellas titilaban como luces en la oscuridad, la batalla final se libró.
AndWin levantó su hacha con un rugido salvaje, y el filo de su arma chocó contra el casco de una nave enemiga. La nave tembló y descendió, una bestia metálica dominada por la voluntad de un guerrero decidido. AndWin subió a bordo a su vez que rompía el cráneo del piloto de un escopetazo, guiando el metal a través del cielo, sin preocuparse por los controles que desconocía. La nave se estrello como una hoja afilada hacia la nave principal de los Bushano, un monstruo mecánico que se erguía con la promesa de destrucción.
Los Bushano reaccionaron con sorpresa y alarma mientras AndWin se abría paso a través de sus filas. Las armas láser disparaban, pero el guerrero estaba envuelto en una danza mortal que esquivaba la muerte con habilidad y valentía. "¡Por Shalldare!", gritó, su voz un grito de guerra que retumbó en medio del combate. Sus ataques eran precisos y letales, su hacha cortando el metal de los enemigos como si fueran ramas secas.
El corazón de la nave enemiga latía con la maquinaria y la arrogancia de los invasores. AndWin avanzó con determinación, encontrando su camino hacia los almacenes de gas. La explosión fue ensordecedora, una demostración del poder del guerrero y su determinación por proteger a su pueblo. Las llamas engulleron la nave, la destrucción se extendió como un fuego incontrolable.
El interior de la nave se volvió un infierno, los sistemas fallando y la estructura colapsando. AndWin se movía como un fantasma en medio del caos, su rostro empapado de sudor y hollín. Cada paso que daba era un recordatorio de su sacrificio, un tributo a su coraje.
La nave principal de los Bushano estaba condenada, su caída inevitable. AndWin se sentó en el suelo, exhausto pero satisfecho. El rugido del viento y el estruendo de la destrucción lo rodeaban mientras la nave se precipitaba hacia el planeta.
"Shalldare Andwin," murmuró con voz cansada pero llena de orgullo. La nave impactó contra el mar en medio de una explosión que iluminó la oscuridad, una sinfonía final de destrucción. La historia de AndWin, su valentía y su sacrificio, quedaría grabada en las memorias de los Shalldares para siempre. Su nombre sería pronunciado con reverencia, su legado viviría en la historia de su pueblo.
Las naves Bushano surcaron el espacio, una flota amenazante que prometía la aniquilación total. El planeta ShallDare, envuelto en la penumbra del destino, esperaba el inminente asalto. El aire estaba cargado de un silencio ominoso mientras la oscuridad descendía sobre sus tierras desgarradas por la guerra.
Las naves Bushano se retiraron momentáneamente, un silencio inquietante cubriendo su partida. Sin embargo, esa quietud era la calma antes de la tormenta, un preludio de la aniquilación que se avecinaba. Los ACE, observadores en las sombras, comprendieron que los ShallDare ya no eran una fuerza a considerar. "Andwin ya no está con nosotros", murmuró un ACE en voz baja, un eco de tristeza y pesar.
La oscuridad les brindó un escudo mientras rodeaban sigilosamente las naves Bushano. Las luces parpadeantes de las computadoras iluminaban las caras tensas de los ACE mientras se preparaban para lo que estaba por venir. "Este es el momento", susurró otro ACE con una voz firme pero cargada de resolución.
La emboscada fue brutal y eficiente. Las naves Bushano se vieron atrapadas en un infierno de fuego cruzado. Los disparos láser destellaban como relámpagos en medio de la noche. Los gritos de agonía y furia se mezclaron con los estruendos de la batalla. Los ACE atacaron desde todos los ángulos posibles, una tormenta de venganza y justicia que se abalanzó sobre los invasores.
Las naves Bushano, una vez temibles, fueron reducidas a chatarra y escombros en el frío espacio. En menos de un año, la amenaza que habían representado fue prácticamente erradicada. Los cuerpos flotaban en la oscuridad, una danza macabra de la muerte. El cielo estrellado observaba impasible mientras la venganza se consumaba.
Los Tiaty, liberados del yugo Bushano, miraron el horizonte con un temor persistente. No habían sido capaces de luchar contra los invasores, de defender su hogar. Pero en esa derrota encontraron un nuevo comienzo. Aprovecharon esa experiencia traumática para forjar nuevas armas y tecnologías, una armadura que protegería su mundo de futuras amenazas. Cada avance llevaba consigo el eco del sufrimiento pasado, la promesa de que nunca volverían a ser impotentes.
Manesk, un refugio en medio del vacío estelar, vio nacer un nuevo amanecer para los Tiaty. Prosperidad y paz emergieron de las cenizas de la tragedia. El cielo se iluminó con colores cálidos, un recordatorio de la esperanza que aún persistía en el corazón humano. En el silencio del espacio, una lección cruel y eterna quedó grabada: la supervivencia se forjaba en el fragor de la lucha y la determinación de resistir, incluso en los momentos más oscuros.
Los Shalldare, una vez ferozmente guerreros, ahora eran almas fragmentadas en la vastedad del espacio. Se habían dispersado, llevando consigo el peso del dolor y la culpa. Sus ojos eran ventanas hacia el abismo de sus almas, llenos de tormento y anhelo. Los recuerdos de la batalla, de los amigos caídos y del líder sacrificado, seguían persiguiéndolos como fantasmas insaciables.
"Juramos vengarte, AndWin", murmuró uno de los Shalldare, su voz quebrándose con la promesa hecha a un amigo que ya no estaba allí para escucharla. "Cada máquina en el universo pagará por lo que hicieron".
En los remanentes desgarrados de su imperio, los Bushano enfrentaban la amarga realidad de la decadencia. El fulgor de su arrogancia se había desvanecido en la oscuridad. La tecnología que habían venerado ahora les era ajena, incomprensible. El mundo que una vez dominaron con mano de hierro se convirtió en un desierto de ruinas. Sus siluetas encorvadas caminaban entre los escombros, un recordatorio sombrío de la caída de los opresores.
"¿Qué hicimos mal?", preguntó uno de los últimos Bushano, su voz llena de desesperación. "¿Cómo pudimos ser tan ciegos?". Las respuestas quedaron suspendidas en el aire, sin encontrar nunca una respuesta satisfactoria.
Las unidades ACE, una vez maravillas mecánicas, eran ahora testigos silenciosos de su propia decadencia. Las luces parpadeaban débilmente en sus formas robóticas, un eco distante de lo que habían sido. Algunos fueron encontrados con marcas de batalla, vestigios de la lucha desesperada contra los Shalldare. Otros yacían en el suelo, inmóviles, su propósito yace en el olvido.
"¿Por qué estás aquí?", murmuró un Shalldare al observar uno de los ACE, una mezcla de curiosidad y resentimiento en su voz. La máquina no respondió, sus ojos fríos y opacos.
El universo seguía siendo un lugar misterioso y oscuro, sus secretos profundos y enigmáticos. Nadie sabía por qué los ACE habían llegado o por qué se habían ido. Las cicatrices de la guerra y la derrota se tejían en la historia de cada raza, un recordatorio constante de la fragilidad de la existencia. En medio de las sombras yacen las verdades ocultas, los enigmas que nunca serían resueltos.
"Quizás es mejor que nunca lo sepamos", reflexionó uno de los Shalldare, su voz cargada de melancolía. "A veces, la búsqueda de respuestas solo nos lleva a más sufrimiento". Y así, el universo continuó girando en su danza, llevando consigo los secretos de su propia creación y destrucción.